Nos miramos silentes
en ardores nacientes...
de tantos y tantos deseos pendientes.
Conscientes de lo inconsciente,
nos aproximamos a la vertiente
de un vástago sueño perenne...
lleno de fantasías agazapadas en la mente.
A mi, te aproximaste.
A ti, me aproximé.
Me miraste...
Te miré...
y una corriente
nos envolvió lentamente.
Fue tu boca mi sueño...
un ensueño mojando el desierto
de esa espera por pertenecernos...
sin ningún remordimiento.
Y dancé...
mis caderas sobre ti contorneé...
como un corcel te cabalgué
y a ti me entregué.
Ahora, soy tu mujer.
Ahora, eres mi hombre.
No porque firmaste o porque firmé...
sino porque somos una sola carne.
Tu latido...
Mi latido...
Late al mismo ritmo.
Tu respiración.
Mi respiración...
Se respiran el aliento en suspiros
de labios compartidos.
A oscuras resplandecimos,
nuestros cuerpos ceñimos,
y en caricias esparcimos
todo lo que quisimos.
Y embonamos...
y en todo lo que se nos ocurría coincidimos.
Es por demás declarar que el silencio
se rompió en gemidos.
En una rapsodia que en remolino
hasta el cielo subir hicimos.
Lo que se nos dió nos dimos.
Amor, amor con que el que fuimos concebidos.
De: Diana Janeth Reyes Diáz.
( Diana Reydz )
Publicado el 08/05/19
10:17pm
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