Estoy cansado y la niebla
atenaza los sentidos.
Qusiera poder gritar,
correr, huír del mundo
y caminar por los senderos de antaño.
Me gustaría tener unos ojos esperándome
y unos labios musitando mi nombre,
en un suspiro.
Pero lo más importante sería,
poder sentir la sangre alborotada,
(mi sangre),
el corazón a punto de explotar
por esas ganas locas
de llegar al lado de la persona amada
y poder escuchar, allí,
su voz y sus latidos
en el poema más hermoso
que nadie pudo escribir jamás.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/04/19