Alberto Escobar

Mariposas

 

Lepidóptera ensalada rota 
de su cráneo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Temprano, como era su costumbre,
despertó su sueño, rayo que nace.
Revoloteo de mariposas refrescando
su cabeza difusa, sigo soñando pensó.
Tras que la ventolera peinó sus cabellos
se dispuso a levantarse, apenas atiende
el tronco.
Tras de sentarse al son de las noticias,
ayuno muriendo, aureola gótica pintaron
los colores de sus alas, sueño persistente.
La arquitectura de Morfeo gozaba de una
resistencia gaudiniana -pudo pensar en el
entretanto.
Las tostadas lloraban de todavía intactas.
Al derrumbe postrero de la catedral sucedió
un cortocircuito lobular: Una suerte de
infarto cerebral..., eso creyó.
Las doradas neuronas, que ceñían su talento,
se precipitaron en cascada, Niágara apocalíptico.
¡Mariposas del alma, no me dejéis en la
estacada! Clamó cual Jeremías en el desierto.
Lo que sobrevino fue encefalograma plano
a las pretensiones de este pasatiempo.
Mi misión como narrador arría el telón.

Gracias por vuestro tiempo perdido.

Proust en Babia.