Se disipan momentos de la vida
que llenos de pasión tan encendida
el fuego circulaba en nuestras venas;
igual que los volcanes cuya llama
su lava sobre mares la derrama
cubriendo con sus brasas las arenas.
Las bellas primaveras que vivimos
y muy enamorados compartimos,
se vuelven cual rosales que fenecen,
inviernos implacables los mataron
sus pétalos las nieves doblegaron
y llenos de recuerdos palidecen.
El sol que iluminaba los caminos,
y diera con sus rayos cristalinos
la fe que nos libraba de infortunio,
se fue difuminando cual tramonto,
perdiendo la belleza tan de pronto
llenó de soledad el plenilunio.
Es negro don destino tan ingrato
al darnos bella luz tan solo un rato,
nos brinda del amor fugaz ventura,
libamos de su vino consagrado
que deja el corazón apasionado,
y luego nos inunda de amargura.
Es fiera maldición el desengaño
que tiene por misión hacernos daño;
destruye sin piedad nuestra quimera
que se abre como fresca margarita,
convierte fantasía muy bonita
en pálida gaviota pasajera.
Soñamos el amor con gran empeño,
tan solo para ver morir el sueño
que flota en nuestras almas con ternura;
trayendo sus raíces las esencias
de liras celestiales, con cadencias
que suenan como dulce partitura.
¡Es regla general que en los amores
se pierdan del ensueño sus colores,
que lucen tan brillantes cuando se ama;
y es loco conservar las esperanzas
que brillan en perdidas lontananzas
con una mortecina y débil flama!
¡Jamás han de volver aquellos días
que llenos de ilusiones y alegrías
nos dimos a vivir la gran locura;
el tiempo que pasó con raudo vuelo
se pierde con las nubes por el cielo
dejando el gran recuerdo que tortura!
¡Las horas no regresan del pasado;
y queda para siempre sepultado
el eco del amor que se ha extinguido;
quedando nuestro idilio mustio y yerto
lo mismo que el oasis del desierto
en medio de ventiscas consumido.!
¡Por eso me repito tan constante
que toda gran pasión es un diamante
que deja de brillar algún momento;
y surgen navegando las congojas,
lo mismo que revuelan esas hojas
que arranca de los árboles el viento!
Autor: Aníbal Rodríguez.