kavanarudén

Nostalgia

 

Hoy la nostalgia toca a mi puerta. 

No quiero dejarla pasar, no le abro, pero se cuela por la ventana. 

Se instala a mi lado, me toma las manos y me mira directamente a los ojos. 

Imposible no mirarla, imposible no sucumbir a su embrujo. 

Este tiempo gris y lluvioso la verdad es que no ayuda para nada.

Me hace mirar dentro, se abre paso dentro de mí y me conduce al cuarto de los recuerdos.

Una estancia cálida, iluminada, con un olor a primavera, cómoda donde fácil se puede uno instalar. Tantos recuerdos, abundantes, variopintos.

Me vienen al encuentro rostros queridos, personas amadas, momentos hermosos compartidos. Hermosos paisajes por los cuales caminé, corrí, canté, viví.

Me siento vulnerable y desprotegido con una sensación de temor.

Veo pasar lo años, como agua inquieta, debajo de mi puente existencial.

Particular y extraña sensación. No quiero huir y vivir a pleno este momento.

Qué extraña y maravillosa es la vida, no me puedo quejar la verdad.

Comencé una gran aventura a los diecisiete, dejando atrás mi familia de origen.

Extender las alas y volar, hacer tus opciones, acertar, equivocarte, experimentar.

Un viaje, cruzar el continente. Mientras lo hacía sabía que todo cambiaría. Que ya no sería el mismo. Una maleta llena de ilusiones, de proyectos, de sueños, de temores también, por que no admitirlo.

Volver optar a los cinquenta. Dejarlo todo y comenzar de cero ¿De dónde saqué la fuerza de hacerlo? Del deseo de ser yo mismo, de vivir la vida en plenitud, en dejar las seguridades por la autenticidad. No fue fácil, pagué por ello y no poco, mas lo volvería a hacer una y mil veces. 

Tomo un sorbo de café. Su calor reconforta dentro. Miro a mi alrededor, las notas de una música folklórica venezolana embelesan mis sentidos. Abrazo mi nostalgia mientras me desahogo en lágrimas. Espontánea sale de mis labios una plegaria: “gracias vida, gracias por todo lo que me has dado. Lo bueno y lo no tan bueno. Gracias por todos los que me he encontrado en el camino, también por aquellos que me tendieron una zancadilla, me empujaron, me hicieron daño, ellos, sin darse cuenta me enseñaron tanto, sobre todo mis capacidades, valores, fortaleza. Gracias por el amor encontrado al borde del camino y que comparte su vida conmigo, gracias, sobre todo por lo me darás, confío que lo mejor está por venir. 

Cierro mis ojos, suspiro profundo y me abandono a este momento mágico que quiero compartir mientras fuera cae la lluvia y el viento peina con violencia los árboles que se cruza en su camino.