Alberto Escobar

Gaudí o el Genio

 

La arquitectura es la ordenación de la luz.
La escultura es el juego de la luz.

A.Gaudí.

 

 

 

 

 

 

 

 


Una claridad radiante, más propia de otras latitudes,
socarraba con delicia un ufano paseo del centro
histórico de la Ciudad Condal.
Su cabeza, periscopio de un submarino de esos que
infestaron, no ha mucho, los siete mares. Curiosidad.
Un eximio derroche abarrotaba hasta tal extremo su
cerebro que las neuronas dijeron basta, tal era la
atención de sus ojos abiertos.
De repente el mencionado artilugio se paró, registró
de un rápido vistazo las coordenadas del hallazgo sin
dar crédito a la magnificencia que se apostaba al
alcance de su mano.
¡Qué maravilla!, acertó a pronunciar, a balbucear más
bien.
El milagro arquitectónico que le interpelaba se dotaba
de una balconada inaudita, según su modesto entender.
Las curvas se superpusieron a las consabidas rectas, las
macetadas de geranios, tan populares entre los vecinos,
se incrustaron en el enrejado retorciéndose sublimes.
La boca se poblaba de moscas al decir del refrán, de 
tanta que era la admiración que babeaba incrédula.
Tras el orgasmo, ya con la cabeza al frente, siguió en
descenso la excelsa vía hasta que...
Un señor, parecía mayor, yacía exánime sobre la calzada
tras ser atropellado por un tranvía de línea, el veintiséis
siendo preciso.
Rauda, se acercó para saber. Lo reconoció en seguida.
Hombre vetusto, septuagenario, debió de ser rubio
en sus años mozos. Genio entre genios, pensó hacia sus
adentros.
El conductor pretendía que fuera un vagabundo por
su desaliñado aspecto, pero ella sabía de su austeridad
militante y adivinó un hilillo de aliento por entre sus
comisuras en medio del barullo circunstante.
¡No había un segundo que perder!, dijo ella.
Su ilimitada admiración obró el milagro. Don Antonio
alcanzó la cama hospitalaria a tiempo.

Renació.

Pudo cambiar la historia...