Ayekan

Mejillas Otoñales.

-Una, dos, tres, cuatro, cin-sei-siet-ocho-nuev, diez! Ooooh, no logré contarlas de nuevo! ¡No se vale, no se vale!, ¿Jugamos otra vez? ¿Si? ¿Jugamos? ¿Jugamos? Dale..¿Siii?

-No, ya es tarde, mejor vamos a casa.

-Pero ¿¡Por qué!? Si estás conmigo; estaré bien, a mamá no le interesa la hora ¡Vamos! ¡Sí podemos! ¡No seas malo! ¡Juguemos de nuevo!


-No, además ya hace frío y no traes nada puesto, vamos.


Qué serio se veía, caminaba raudamente sin prestarle mayor atención a la pequeña niña que había decidido seguir jugando…sola; apresurando lo máximo posible sus cortos pasos para alcanzar a su veloz hermano. No le importaba, ella estaba jugando, jugando a ser traviesa, jugando a no comprender nada, jugando a mantenerse fresca, ágil, sosteniendo cual estandarte su preciosa sonrisa en sus mejillas. Ella jugaba a muchas cosas; jugaba a todo lo que se imaginaba, jugaba constantemente…jugaba… jugaba sola…rara vez su hermano la acompañaba al parque,y esta era una de esas ocasiones, aunque se vio frustrada su felicidad plena al comprender -sin darlo a entender-, que su hermano no iba por acompañarla a ella, iba por rehusarse a sentir ese vacío por dentro, ese vacío que tantas veces intimidó su vida; iba por rehusarse a pasar de nuevo por las mismas cosas que siempre había repudiado, se rehusaba a mostrarse débil como siempre, a acobardarse, a callar como siempre, a callar los gritos de auxilio que tantas veces había esbozado, pero que siempre había temido gritar. Se rehusaba a sentir sus mejillas húmedas, su vista nublada, su cabeza baja…Se rehusaba a sentir qué lenta es una gota bajando por su cuello, qué eterno puede ser un segundo, que impenetrable el valor.


-Una, dos, tres (...) ¿No hay más? ¿No hay más hojas? ¿No hay más hojas secas? ¿No es que estamos en Otoño? ¿No debería de estar lleno, pero lleno de hojas secas?


-Ya...déjalo, tú siempre con tus juegos infantiles, mejor apresúrate que estamos llegando, no quiero que la mamá te vea saltando por la calle.


-¡Pero si no importa! Además, ¡Ya sabes cómo me gusta pisar las hojas secas! No hay sonido más divertido que el de una hoja seca haciendo cruitch...jijiji.


-No lo sé, jamás había conocido a nadie que se divirtiera con tan poca cosa como tú…eres increíble, ¿Lo sabes? ¿Sabes que te quiero mucho, verdad? ¿Sabes que no estoy contigo porque no quiera, verdad? Entiendes que a veces no se puede hacer todo lo que se quiere, ¿no es cierto? Te quiero mucho; y lamento dejarte sola tantas veces...Yo también lo estuve, lo sabes...a tu edad ya sabía lo que es no poder tocarse la mejilla izquierda por una semana, sabía que en un inicio, el rojo es tan intenso como el dolor, sabía que por más que suplicara estaba escrito que me costaría fregar mis dientes durante toda la semana siguiente porque no aguantaría el ardor…Sabía también que el arroz está en 20 minutos y que las papas en 15, que cuando el hambre es mucha, y la comida poca, no queda más que imaginar que otros no tienen poca…tienen nada. Realmente ¿Sabes lo difícil que fue para mí obligarme a que te sucediera lo mismo? Obligarme a abandonarte, a dejarte como a mí me habían dejado...solo. ¿Sí lo sabes verdad? Sí me comprendes aunque insistas en lo contrario, ¿verdad? Sí sabes de lo que hablo, ¿no es cierto? Sí has temido tanto que no atinas a nada más que a rezar, a pesar de que tus piernas imploran por correr, huir muy lejos donde el temor no te encuentre jamás, ¿verdad? Sí me comprendes, ¿verdad? ¿¡Verdad!?


Ella lo miraba como si jamás hubiese notado lo grandes que eran sus ojos, y lo brillantes que estaban ahora. No dijo nada… pensó mucho… pero no dijo nada.