andrea barbaranelli

Palabras para mi madre

 

¿Cómo estarás allá donde estás

del todo sola y abandonada,

tú que amabas estar en compañía

y charlar con tus vecinas?

 

¡Cómo tendrán que pasar lentas

las horas de las noches y los días

sin la sonrisa de una criatura

que era lo que más querías!

 

Tenemos una tremenda manera

de alejarnos de los otros,

de volvernos inalcanzables,

de recluirnos y aislarnos.

 

Por supuesto no depende de nosotros,

depende de nuestro natural,

de cómo se construyó la frágil

nuestra estructura psicofísica.

 

Te imagino sombra entre las sombras

en aquel ultratumba desvaído

donde incluso el terrible Aquiles

llora nostálgico y perdido.

 

¿Cómo será tu existencia

después de que se terminó la vida?

Me lo pregunto con insistencia

y con una tristeza infinita.

 

Te veo y no te reconozco.

Me faltan hasta las palabras

para hablar contigo, como si

no fueras tú la que me ha parido.

 

A veces me veo como un niño

que no sabe andar ni hablar

y pienso en todo lo que hiciste

para hacer de mí el que soy.

 

Y ahora estás del todo sola

y yo soy incapaz de acercarme,

de hablarte como te hablaba

con nuestros modales expeditos.

 

Porque eras una mujer del pueblo

no una sofisticada burguesa

y yo he heredado de ti

tu carácter franco y campechano.

 

La muerte concluye la vida,

así no más, sin rodeos.

Sencilla como el nacimiento

e igual cargada de misterio.

 

Para ti el misterio era claro

y sencillo como el pensamiento,

como la vida y el amor,

como la enfermedad y el dolor.

 

Pienso en cómo te puedes encontrar

ahora aislada en la soledad

y espero que el tiempo disuelva

la memoria que tienes de ti misma.