Jordan Sanchez

Dos

Hay vapores concéntricas luces difusas,
articulaciones de  cuerpos derretidos
en la geometría de recipiente sin forma.

Precisa esta instancia de anacronismos:
Embudos celestes directo al barro.
La sorpresa de los dedos envueltos en fuego.
Dotados de sonidos imprecisos.
Todas las anatomías ancladas a un solo polo,
a un solo viento envuelto en imágenes:
Viento crucificado a todo punto cardinal.

─ Encontramos.
─ ¿Qué?  
─El azufre de las horas bien abandonado─
quiero  decir que el tiempo hierve.
Siempre calcina el sudor, crece la incertidumbre
en su veneno, bienaventurado y precioso.
No es más que mineral de eternidad.
Ámbar pegado a memorias.
Mares indispuestos a marchar sus olas.
Hilo-camino, de aroma que se queda en la oscuridad,
cuando ce cierran los ojos con una navaja
y el filo se hace petróleo y se queda en cada pestaña:
Ojo que no cierra, y que abre en silencio.
Corta el precipicio, corta los crepúsculos,
los homicidios de falsas distancias.
Corta la boca, sangre-martillo,
cuarteadura en la puerta del alma.
¿Quién entra, quién sale?
¿Quién vive quién muere?
¿Qué soledad invasora nos miente y nos empuja,
nos bebe y nos termina?

El alba/ cantada/ ensoñada/  ondeando el velo/
as de canes y bestia sorda/ paráfrasis/
una sola/ el mundo/ terrestre/ alejada la conciencia/
bien lejos/ difunta/ hábitos preferidos.

Las raíces que aquí coronan tierra emergente.
El nacimiento de lo ya nacido una y otra vez.
La música al oído, una vela  vía láctea y camino.
Un horizonte consonante,
sin permiso,
y con permiso,
voy al cielo, nube faltante.
Y cuento el azul de los otros días.
Contando números azares que no cuento.
Destinando águilas a  las carroñas.
Usurpando la premonición del sabio.
Patinando la vida sin frenos.
De estrellas es la noche.
Y de estrellados el infinito.