Julio Noel

La paz inundaba el inmenso manto albino

La paz inundaba el inmenso manto albino

que de níveos matices teñía las alturas,

la blanca sábana que besaba las llanuras

era de suave seda y de delicado lino.

Un fulgurante resplandor de brillo opalino

acariciaba el calor de las frías blancuras,

el silencio susurraba las arias más puras

de un etéreo canto no humano sino divino.

El silente valle dormía en sueños sutiles

inmaculadas horas de paz caídas del cielo,

ciegos sus ojos con el beso de un blanco velo.

El cerúleo éter vertía intensos añiles

que irisaban la blancura del extenso manto;

el silencio lo acunaba en su divino canto.