Nadia ALMAZÁN - OFICIAL

¿Qué somos?

Pídemelo.
Unos minutos que se conviertan en horas.
Unas horas que se conviertan en días.
Los días que se conviertan en caricias.
Y las caricias que nos conviertan en uno solo.

No te cuesta nada.
Hablemos. ¿De qué se trata todo esto?
Nos bañamos y nos enjabonamos de disimulo y risas.
Risas que se convierten en momentos espontáneos. En situaciones intercambiables.
Momentos que se hacen eternos porque se convierten en recuerdo.

Porque cuando te recuerdo, mi alma se estremece y pienso... ¿De qué se trata todo esto?
Si me convierto en tu paso y en tu sombra. Y me preocupo si has llegado bien a casa. Pero no quiero preguntarte, porque no quiero que pienses que te pienso.
Y es que incluso, ni yo lo quiero.

No quiero encadenarte a mi pensamiento, como mi pecho lo está haciendo.
Y es que mis pezones se erizan cada vez que te veo, porque recuerdo tu tacto y me estremezco en el palpitar de tu ausencia.
Y el corazón hace música. Es un boom tan fuerte y continuo como para hacer una base de rap, que se baila. Y termina siendo un vals. El cascanueces. Un tango. Un jazz.

La pregunta tal vez es ¿qué quieres?
Si mi voz te toca y se convierte en un \"te veo al rato\".
Y Eres libre de no llegar si no quieres. Pero llegas.
Y los minutos se convierten en horas, las horas en días,
los días en caricias y las caricias... en un solo.

La pregunta tal vez es ¿qué piensas?
Si el blues que suena en mi cabeza cuando te quitas la ropa, solo se queda en mi cabeza.
Y cuando te desnudas las ideas y me hablas de tu familia, de tu pasado con las drogas y tu dificultad para dejar el alcohol, me hacen sentir especial.
Como cuando juegas con tus manos cuando hablas, porque estás nervioso y sé que te sudan, pero me pregunto si tu sabes que me tiemblan las rodillas.

Y la pregunta es... ¿de qué se trata todo esto?
Si creo saber que sabes que mis piernas se abren, pero mi corazón también.
Y que si te desnudo es porque te voy a tocar, pero si te escucho, es porque me importas.
Que si Fernando Delgadillo nos toca \"No me pidas ser tu amigo\", quiero llorar.
Y que si Joaquín Sabina se burla de nuestro juego imposible de formalizar nuestros encuentros, nos sometan al aburrimiento y zona confortable de ser una patética pareja.
Solo porque tenemos miedo de decir que lo somos.

Quizá...
solo nos guste la imposibilidad de que lleguemos a serlo.
Esa chispa excitante de lo que puede ser, pero no queremos serlo.
Pelear, estar de malas, celarnos, reuniones familiares, presentarte a mi papá, mal entendernos; decir en casa que si llamas, digan que no estoy y fastidiarnos de vernos.
Caer en el cliché de publicar que somos una pareja perfecta, cuando en realidad estamos hartos de nosotros.

Por eso, tal vez... lo mejor sea esto ¿no?
Jugar a que somos adolescentes deshinibidos, sin prohibiciones con gusto de hacer el amor.
Hacernos idiotas y perder el tiempo; y alejarnos de todo lo ya mencionado.
Pelear, llorar, estar de malas, consolarnos, celarnos, abrazarnos. Reuniones familiares, risas, presentarte a mi papá, invitarte a cenar; mal entendernos, reirnos de todo eso. Decir en casa que si llamas, digan que no estoy, pero contestarte porque quiero escuchar tu voz. Fastidiarnos de vernos y extrañarte.

 

Quizá...
solo nos guste la imposibilidad.

El freno que nos ponemos. La excitación animal.

O tal vez, todo esto pasa en mi cabeza.

Y mientras suena el blues, pienso que te quiero...

y eso me da miedo.