Jose Viramontes

Mia

La miraba distante, distraída he indiferente.

Pareciera que la luna se llevara su alma,

como cuando se desvanece cada mañana.

Con palabras perdidas y frases tardías,

ella tomaba de mi alma lo que más le apetecía.

 

Solía decirme que, si la poesía diera vida,

Yo sería más que poesía, porque siempre

la inmortalizaba con tan sutil caricia.

 

Con palabras en las manos y caricias de poesía,

le declamaba a su espalda para subir lentamente

a la comisura de su oído. Penetrante he incandescente,

como las palabras de Neruda al recitar amor al oyente.

 

De pronto volteas, armoniosa y elegante,

Deslumbrante como aurora, y petrificante como hermosa,

Al oír las palabras que tanto te apasionan.

Y es entonces cuando digo:

 

“Ya que la perfección no tiene nombre,

Yo le pondría el tuyo, porque si te miraras al espejo

ni tú mismo reflejo se asemeja a la perfección

que tanto expresarías”