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PEDRO EL LORO...

PEDRO EL LORO...!

Cuento para niños.

 

Pedro el loro parlanchín

posado sobre una rama,

observaba al colibrí,

que comiendo en vuelo estaba.

 

Le preguntó a un cardenal…

dime tú, pues…no se cansa ?

Cómo es que come al volar ?

Es que jamás él descansa ?

 

El cardenal riéndose,

le contestó en voz muy baja,

trate de imitarlo usted

y así verá lo que pasa..!

 

Pero mira dijo el loro,

como él agita sus alas,

y largándose con todo

hacia una flor que allí estaba...

 

Se colocó de igual modo

con cabeza, cuerpo y alas,

pero al suelo se fue el loro

y quedó hablando pavadas.

 

Medio mareado en el piso,

caminaba lentamente,

hasta que vio a un movedizo

y gran gato, de repente.

 

Trató de disimular.

Se plantó y con voz muy fuerte,

le dijo…Qué haces acá ?

Cuidado, no te me acerques.

 

Soy loro de pocas pulgas,

todos me tienen temor,

y si hay alguien que me busca,

al verme siente terror.

 

El gato lanzó una risa

y se empezó a relamer

y Pedro al huir deprisa,

intentó al minino ver.

 

Quería levantar vuelo

porqué el gato lo corría

mas le gritaba… me alejo,

da gracias que hoy es tu día.

 

Pues no quiero lastimarte

y volverme un carnicero.

Mira mi pico… es cortante,

deberías de temerlo.

 

Es filoso cual cuchillo

y aunque no creas, es cierto.

Gracias a ese revoltijo

fue salvado por un perro.

 

Su corazón le latía

a mil pulsos por segundo,

pero igualmente seguía

expresando sus discursos.

 

Gato tonto te salvaste,

porque hoy no quise pelear,

sino como alfombra e catre,

así ibas a quedar !

 

Y fue contando su historia

a quienes no lo habían visto,

transformando la parodia

en favor total del mismo.

 

La lechuza Clodomira

dando vuelta su cabeza,

dijo… parece mentira

que tenga tanta fiereza.

 

El zorzal y la calandria,

el tero Juan, la paloma,

hablaban que era una hazaña,

la del loro y sin ser broma.

 

Y Pedro se derretía

y se le ensanchaba el pecho,

aunque en el fondo sabía

que no era verdad tal hecho.

 

Se había formado una rueda

en torno del ganador,

festejando así la escena

del minino vencedor.

 

Aplausos, cantos, sirenas,

mil honores para el loro.

Al gato jamás le teman,

ahora decían todos!

 

Porqué está Don Pedro el grande,

valiente como ninguno,

de aquí en mas el vigilante

que alejará a ese miyuno !

 

El loro seguía contando,

cada vez mas engreído,

hasta que un ruido de espanto

resonó en sus oídos.

 

En un segundo, al instante,

nadie quedó en la reunión,

sólo Pedro el comandante,

un mentiroso impostor.

 

Que intentó tomar coraje,

porqué lo estaban mirando,

detrás de todo el follaje,

los que habían escuchado.

 

Unos ojos se acercaban

en medio de la maleza,

que muy fijo lo miraban,

como asechando a una presa.

 

Quedó inmóvil, no podía,

ni siquiera caminar,

sus palabras no salían,

mucho menos el volar.

 

Aterrado como nunca,

Pedro el loro parlanchín,

ya se veía en la tumba

por falsear y por mentir.

 

Pero Dios que lo miraba

desde lo alto del cielo

quiso que él escarmentara

y lo logró, yo les cuento.

 

Esos ojos acechantes

al fin se pudieron ver,

del color rojo cual sangre,

que venían rumbo a él...

 

Eran de Candy, el conejo,

portando una zanahoria

y al verlo el loro perplejo,

se desmayó y fue historia.

 

De lo que había contado,

nadie se supo enterar,

pero nunca mas ha hablado

ninguna mentira ya.

 

Y como el fin ha llegado,

éste cuento aquí culmina,

dejando por aclarado...

que no hay que decir mentiras..!

 

 

                  

Luis A. Prieto.

miércoles, 06 de diciembre de 2006.-