Jordan Sanchez

En silencio

Me fui acostumbrando a la mudez de las estrellas, de noche siempre de noche. Para estos casos esperé que las horas fueran suficientes para tragarse de una vez todas las “penas”: No. En estos casos sin casa, sin cansancio, hacen falta más que horas; gritos que encallan en cada pulmón; refranes abandonados en callejón sin salida. Me quede en silencio para contemplar ¿qué? Me quede en la ventana para esperar ¿qué? Me quede sin habla por decir ¿qué? Como si a esta hora alguien pudiese dar la media vuelta y cantar con el alma desnuda toda el ansia que recorre esta carne: por mí. Por vosotros, por alguien que en la tundra de la indiferencia no mece siquiera su sombra.
Habito este silencio maldito de planetas y noches inmensas, de infanticidios, de dulces oraciones al viento, de Dioses abandonados por hombres abandonados por soledad confundida, por acostumbrarse a la más vasta palabra difunta. Me declaro el soñador que no sueña nunca de noche por estar con el ojo encendido en la oscuridad más aterradora. Un niño debajo de sabanas que le resguardan, pero no es miedo, no es miedo, es otra cosa, sabe la luna, otra vez. ¿Qué no sabe en su inexorable forma? La forma de está atmosfera como me recuerda a sus ojos… Tan oscuros, gigantescas esferas ausentes, tan escondida de mi propia tierra. Ese cielo preñado de deseos, ese rostro empapado de preguntas,  esa noche estampida de adioses (nunca vistos, pero tan sentidos...).
Amor, te nombro, más no puedo verte, te siento más no puedo tocarte, te abrazo más no puedo soltarte, más no puedo sentirte. Así el verso que desciende está noche es tan inútil como la razón ya perdida. Tan perdida que regresa y callamos todos.