Genciana.

Bienvenido a mi infierno.

No hay nada que alguien tenga que entender; los mundos se parten a veces en dos o en tres para que uno tenga la libertad que el otro no tiene para decir.


Todo son máscaras, escondites y puertas abiertas.
Luces apagadas y encuentros que no se encuentran; siempre que te hablo no se de dónde salen las letras, que dicen, vení, no te vayas y quedate conmigo, pero sé que el cruel destino con todas sus vueltas nos quieren separar.

No sé por qué siento lo que siento y pienso lo que pienso, pero es la realidad que tengo que aceptar y lo hago feliz, porque antes sólo encontré vacíos y mentiras.

Y no me importa que me digan las voces de mi conciencia que otra vez puedo equivocarme, me importa más vivir un instante a que se me de,  de eternidad, a una vida larga y sin ti.

¿Significa que te escriba que hay algo más? Tal vez nunca lo sepa, por eso le pido al universo que las letras nunca desaparezcan, que resplandezcan cuando no estoy en un encuentro imaginario.
Yo no espero a nadie y espero que nadie me espere a mi.

Las noches son largas y aunque crea que me distraigo, cada pensamiento me lleva a un solo lugar y no sé por qué o cómo o dónde, pero me lleva.

Estoy cansada de luchar, de que me lleve la corriente.
Y si tengo que recorrer los avernos de ida y vuelta, espero no hacer ese viaje sola.

Las luces no son más que destellos de una vida que otra vive mientras que yo aquí espero.

No creas que  todo lo ves, es mejor creer en lo que sientes.
Me siento y espero pacientemente, mientras me imagino que tienes luces que arreglar, para que estemos en paz y de la mano en ese tema,  dicen que la vida es mejor cuando alguien está cerca.
Hablemos de gatos y amores, el resto de las realidades se confunden en saber que la felicidad no es el mundo que los otros dicen, si no el mundo que uno se forma para si mismo.

Volví, porque solo aquí puedo gritar…