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La casa de las mil ventanas

Sé que es una locura pensar que te enamoras de alguién solo cuando te alejas de ella,

Cuando solo la idea y solo eso te inunda.

Recuerdo que una vez, y solo una vez me enamoré de alguién,

y solo al recordarla me sentía vivo!.

Vivía a solo dos casas de mi casa, a treinta y ocho pasos a la izquierda, a dos disparos de piedra,

a mil ventanas de distancia...

 

Solo pensar en la idea de su piel ausente me estremecía hasta los huesos, hasta el absurdo

 

La veía todos los días,todas las noches,todos los santos, todas las veces...sin falta.

La revisaba sin prisa con ojos de tacto impuro y pecados de raso vuelo.

 

De piel tornasol los brazos y trato de fácil olvido.

Nada especial.

 

Hasta que se alejaba

y se perdía en su casa de mil ventanas

de laberinto inmóvil y monumental estampa

y era a partir de allí que empezaba a amarla, en su ausencia

 

Le inventaba voces,

brazos,

alma!

 

deseos, risas, promesas!

era real cuando no me veía

tan temible como lejana

tan tibia como la dejé.

 

Un día de fiesta agonizante me la bebí con locura.

Me la llevé colgada en mis hombros como a una estatua.

Olvidé la suerte y la vergüenza se me enredó en los pies.

Un disparo de su boca mordió mi cobardía.

Se durmió gritando un olor a mariposas

hasta dejar sin aliento su pulso desgarrado.

 

De sus pies pálidos conservé sus calles.

De su mirada honda la brisa intacta.

Con sal y seda la guardé en secreto, entre flores de Agapanto rociadas de medioluto.

Enterrada de olor canela con la noche entera se fue apagando.

Ciega de arbustos la frente.

Muerte sin culpa las manos.

Entera de mi dormida.

Sembrada florece en silencio.