Alejandro Pezeira

Beso de madrugada

Nuestro amor reposa de noche 

y, también, por toda la vida que falta.

A veces mi labio hambriento advierte 

que tus sombras pululan de madrugada.

Cierro los ojos y, como es de costumbre,

dónde solo tú y yo sabemos, me esperas.

Me besas, besas, besas, besas, besas

y yo te beso, beso, beso, beso, beso,

tan cerca de mi pecho te conozco

desde el pelo cobrizo que pinta el paisaje

hasta las penas que recorren la sangre.

Nadie conoce tan bien tu mano como yo:

es un poco áspera con un toque tan tierno.

En esas madrugadas en donde tú y yo sabemos

la piel, la carne y el hueso se funden en lava,

basta abrazarnos y la daga de las siete

para tener una lágrima y mi carne no tenerte.

Antes, con un beso, de entre tus senos,

un girasol crecía al encuentro de estas almas.

Ahora, no hay palabras en nuestros labios,

pero sí un hilo rojo que guía a nuestras almas 

aún así ya no me dirijas la mirada