A la chica que le dije no queriéndole decir sí:
Empezaría pidiéndote disculpas, pero me las debo a mí.
Empezaría diciendo que siempre tuve ganas de correr, —o tal vez no de correr, no lo sé— de hacerlo hacia ti, y de ti.
Empezaría por hablarte de nuevo.
Empezaría diciendo que eres una niña, y terminaría diciendo que eres una zorra.
Empezaría por aceptar que eres hermosa, y terminaría haciéndote creer lo contrario.
Empezaría diciendo que me gustabas mucho, y terminaría diciendo que quise que me lo dijeras sólo para sentir que no sentía nada.
Empezaría escribiéndote en prosa y terminaría viendo pornografía.
Empezaría por negar todo lo que dije o sentí antes, y terminaría poniéndome a llorar.
Empezaría y terminaría de la misma forma: siendo una idiota.
A la chica que le dije no queriéndole decir sí:
Sí, es para ti, y sí, soy una idiota.
Siento haber dudado de ti sólo porque dudaba de mí.
De haberme alejado y haberte hecho creer que la culpa era tuya.
De haberte tratado mal algunas veces, y haberte tratado bien sólo cuando lo necesité.
Diría que me acordé de ti ahora sólo porque llueve y estoy escuchando a alguien tocar el piano
pero estaría mintiendo
porque me acuerdo de ti más de lo que admitiría.
Me acuerdo de ti cada vez que alguien me falla.
Me acuerdo y recuerdo.
Río, resbalo, lloro.
Te quiero como me dueles: mucho.
Te extraño casi como me dueles.
Me duele lo que me hiciste.
Hiciste lo que sabías que me dolía.
Dolías.
Empezaría pidiéndo disculpas, pero tampoco te las debo a ti, ¿a quién entonces?