Carlos Leyva

CAMPOS DÓCILES

Amada, esta noche

del barro he salido

para buscar en tu cajón viejo

la resignación encendida.

Traigo conmigo frutas de olvido,

para llenarte de mi ausencia.

En mis ojos locos

eres tinta obnubilada;

y te derramas en mí 

como el aguacero

de octubre.

La casa y su techo de astros

entierran la noche en espirales 

de humo, mientras las ventanas

se nublan y corren

tras tus cabellos cortos.

Eres bella, así;

acostada en la pintura del mundo.

Conmigo o sin mí.

Encadenado a tus manos

etéreas, somnolientas;

recorro la concavidad de tu rostro

y cierro mis párpados tristes

para comenzar a soñarte.