Danny McGee

LAS TRES CORONAS DE LA TRISTE INFANTA.

Las tres coronas de la triste infanta.

En su reino de polvo umbrío,
-lejano de un as de gloria-,
camina un amor perdido
que sola en los patios llora.
Lejos de la alabanza,
de toda la fe de un mundo,
gira sin más templanza
que la de un llorar profundo.
Sueña la infanta triste,
con tres coronas de perla:
dos que se miran grises
y otra que es negra al verla.
Nunca la ha amado nadie,
-nadie jamás lo hará-,
ni el vago de traje amable
ni el hombre de ropa audaz.
Sola quedó en su reino,
trizada en su pecho noble:
en ese lujoso infierno,
dicen que hundió su nombre.
Todos cuentan la historia
que arde en la triste infanta,
mas nadie sabe quién llora
en su hondo pesar del alma.
Dicen que fue un soldado,
cuentan fue un buzón,
mas -fuera de lo expresado-,
le arde en su corazón.
Ella, en su infancia herida,
rodó con sus tres coronas:
las grises que ató en su vida
y aquella que negra asoma.
La negra cubrió su frente
con perlas de un vil lamento,
y así la ignoró la gente
que rueda por todo el pueblo.