andrea barbaranelli

Exilio

 

Quién sabe por qué, nos hemos desencontrado, cuando

era el momento de estar más juntos.

Se apagó el eco de las últimas conversaciones,

el lebeche barrió la avenida

con un fragor alto, más arriba de los techos.

La que para nosotros era una ciudad, una morada

ingenua, el jardín de los juegos de la infancia,

el faro, ilusoriamente sempiterno, anclado

en el rompeoloas consumido por el chapoteo

del agua pura y profunda del mar abierto,

la que para nosotros era el deleite de la inmersión

hasta el fondo arenoso, hasta la corriente más honda,

helada y antigua: una ciudad,

sus voces y sus silencios, quién sabe por qué,

justamente cuando ya nos había hecho adultos

nos abandonó desamparados.