Lucy Quaglia

Margarita

Mi amiga Margarita

recortada en el marco

de la puerta de casa

con la verja pintada,

desde el jardín a la huerta

de cebollines y acelga

allá lejos en el tiempo.

Tus padres, tus abuelos

hablando con los míos,

vecinos del barrio

cerca de la plaza,

viajando todos juntos

tomándonos el tren a Campana.

Muchachos calientes

de solo mirarlos,

augurios desde siempre

en la elección de pareja.

El cine atrevido

del realismo italiano,

que despertaría

sentimientos graves

de madurez prematura

paseando con tu madre

sin que a mí me alcanzara.

Revistas de chistes

con héroes tan zonzos

sobrenaturales,

perfectos e inhumanos,

leyéndolos siempre

si estaban a mano.

Escuchando radio

mientras que Tarzán

tomaba las lianas

dentro de la selva,

tigres y elefantes,

llamándola a Juana.

Ruidos tan pausados

que buscan ansiosos

el miedo del canto

que sube y trabaja

llevándose al cielo

montón de esperanzas.

Tus viajes lejanos

a Italia y España,

tus viejos amigos,

tus hijos y nietos

creciendo a tu lado

dándote la mano,

fotos amarillas

de mirarlas tanto

muestran cuánto crecen

jugando a tu lado.

Margarita tan pulida,

tan ocupada, tan limpia,

prolija, organizada,

inteligente en las vueltas

que la vida te daba.

Decisiones difíciles

las hacés como nada.

No sé si alguien te dijo

lo fuerte y valiente

que sos en las malas

que siempre supiste

buscar y encontrar

respuesta adecuada,

precisa, mesurada,

en cosas complicadas.

Me acuerdo contenta

de Margarita mi amiga

desde siempre,

desde entonces,

en pedazos de niñez

conversando cándida

en el patio de casa.