Dayanara Mondragon

Mutismo

A veces la realidad se confunde con el sueño y no se ve la diferencia...

 

Mutismo

 

El silencio espió en mis pensamientos,

he gritado a voces de los cuatro vientos,

es de noche, a mi paso se derriten esqueletos,

de aquellos recuerdos ambiguos

que reclaman suerte, que van flaqueando casi inertes.

 

La ciudad se tiñe de silencio,

se embriaga la ausencia de la nada,

para poder recuperar lo que antes fue. 

¡Un pasado intenso!     

Con ganas de alcanzar un mundo abierto,

un cuerpo que parecía innegable.

 

Y me pregunto;

¿Para qué buscar la rosa del pantano?

Liquidando dragones y señores,

mirando la verdad en cada paso,

la luz en conquista de ruiseñores.

 

Fijo inquisición, anulando devoción,

por vez primera, no hay decepción.

 

Duerme el sereno azul del silencio y el mar se agita,

entre ramas de esponja seduce armonías,

no es un cuento de hadas, son mis sueños que olvidan.

 

¡Vaya!

Me sobran ideas, en bolsillos rotos,

de pantalones viejos,

pero ya sin miedos, entre resaca,

entrego mi cuerpo a la noche.

¡A esta noche!

En su aire me transformo, de mi me alejo,

esperando a lamer un murmullo de tiempo.

 

Escucho un lejano silbido que me obliga a regresar,

a las obscuras jornadas de lo existente en el más allá,

o aquí, dependiendo de su terquedad;

un deseo mortal, un pecado original,

una forma de ser y no estar.

 

Con la historia del mañana,

carente de libertad y de euforia,

mestizaje corrupto, sin raza o ideas propias,

un pasado sombrío repleto de traición,

resurgiendo de la nada algún defensor de ideales,

sin fondo, por ser congruentes,

partidos que separan credos,

que convierten en guerra y quimera, cualquier decisión,

dándole muerte al amor y, como plaga de pasión,

que se siga propagando el  “sida”.

 

Y la muerte es ordinaria, pero extraordinaria la vida,

aún que hay quien se niega a sentirla,

cadáveres deambulan por las calles,

menguados por mirar los días,

 mezcalina vuelve un sueño especial,

transformando la gracia de la libertad,

en mezquinas fronteras

y el sueño, parece una hipótesis,

la parte invalida del tiempo,

la corona de espinas del viento,

una hora perdida de la amistad, del yo interno;

del aplastante mito de cada beso,

el flácido puente, invadido, por fuego incandecerte

la triste historia  de un Dalí o la idea precisa de un Cuauhtémoc,

donde la locura pone principio y fin,

lo que no entienden por penumbras y,

da conflicto a todo lo que es, y escucha.

 

¡Realmente podrán destruirnos!

Y no cambia el destino,

al buscar un lugar distanciado de la opresión,

disminuido de la herejía

o aquello que al despertar, nos obliga a temer sin razón.

 

¡Y estoy que me lleva el tren!

Es por demás nada me sale bien,

miro en silencio este anochecer

y quiere de pronto mi sangre  arder,

odio las horas, tiempos infames,

robo las sombras de recuerdos vigilantes,

busco el hastío, de mi cuerpo embrutecido y cansado,

burlándome de lo que he sido.

 

¿Y que, si me lleva el tren?

¿Y que, si es lo cuerdo y la locura?

Buscaré la salida incesante y con fe,

un sueño que no sea envenenado,

que al fin, sin él,

sería mortuorio el juego que llamamos vida,

sería un tiempo mutilado, pero, esperaré,

a que el sol se imponga en el cielo,

sólo entonces recuperaré fuerzas

y le pediré al silencio un poco de paz,

            y mis pensamientos.