LUIS ADONAY VENEGAS LEYTON

Conocidos solo de oídas...

Conocidos solo de oídas...

 

Abuelos y Abuela que nunca vi,

fueron neblina siempre amaneciendo,

perdida y diluyéndose con la brisa,

con el viento y  el correr del tiempo.

Desconocido eterno fue aquel Abuelo

que se quedó muy lejos

en tierra extraña y distante

Se quedó escondido  en el misterio

de los tiempos

y de los silencios obligados

de un amor de cita furtiva,

sin apellido y sin sonrisas…

 

Con su sombrero de alas anchas

camisa de colores y chaqueta áspera,

fue mi otro Abuelo

con sus pantalones de tela gruesa

y zapatos de tacón medio alto

de color negro…

casi siempre acompañados

con espuelas chispeantes

como arropando

sus propios cuentos de historias

redondas y condimentadas

con palabras e ideas medio locas,

fantásticas…

que no oí de su boca

pero si las escuché en boca de mi padre,

mis tíos y  mi  madre…

 

Mis Abuelas fueron dos mujeres tiernas,

simples y transparentes

como las aguas de mi estero

 Aquella lejos que nunca vi

porque ya se había ido

cuando yo aparecí por esos lados…

se llevó sus cariños y sacrificios

de parir más de una docena de hijos

con la sola ayuda de su viejo

y propio animal instinto…

Sumando fuerza, voluntad y consejos válidos

para confirmar las buenas esperanzas

de tener más hijos…”los que Dios  quisiera”…

 

Los cariños que no palpé de esa Abuela

porque se fue sin conocerla

lo recibí doblados por mi otra Abuela

que los multiplicó con sus cuentos y relatos

tantas veces pícaros y chispeantes

como la sonrisa limpia

de sus labios rojos de amapolas

y sus ojitos claros como estrellas

de auroras nuevas y simples,

sin misterios…

- siempre amaneciendo

tejiendo calcetines gruesos

para arropar los pies

de sus dos nietas

y zurcir los  talones de  calcetas

de sus cuatro nietos…