Murialdo Chicaiza

A MIS ABUELOS

La yaciente luna que en el horizonte asoma
entre nubes de penumbra y tristeza
tras la casa solariega de los abuelos
entre el murmullo de la quebrada limpia
me trae recuerdos de mi niñez retraída.

Abuelos olvidados, imaginados siempre
solo viven en los retratos que amarillean
en los cajones abandonados de mi memoria:
Carmen, la bella matrona de largas faldas y anacos.
Carlos, el que amaba el ritmo y el vino
Con su bigote de a principios de algún siglo
Ambos sintieron el frío y construyeron un nido
Ahora reposan mientras una fracción de ellos
en mí se estremece.

El yaciente sol que pinta de naranja el atardecer
Tras la ligera casa de guadua perdida en la maleza
refugio de mis abuelos del verde trópico
naturales como una hoja de plátano o un árbol frutal,
Augusto que desapareció en su juvenil muerte
Con sus manos encallecidas y su blanco rostro
Y la vieja Francisca, única sobreviviente en mi memoria
con sus piernas venosas y deformadas
a quien no pude darle un solo abrazo en su despedida,
en algún poema, y sin saber por qué
la llamé la vieja Marianela
imaginándola entre madejas de penumbras.