Alberto Escobar

Moscardón

 

Ella es dueña de tus silencios,
tú eres esclavo de sus palabras
y yo ¿Qué soy yo?

 

 

 

 

 

 

 

Reina la quietud en el salón, de tarde,
     de una tarde que se despide bajo una
     mortecina lámpara de baratillo.

Alrededor de la camilla todo es fijación
y silencio.
Sin esperarse, se alza al aire un susurro
que bisbisea unas frases quizá extraídas
de un libro.
Marta se afana en atrapar palabras que
apenas destellan de sus labios.
Precisan de pronunciación para que alcancen
su entendimiento, así es de abstruso su
mensaje.
A su lado, el sopor en que me sume el
incesante bordoneo, que me tienta de
abandonar la lección. Los ojos se me antojan
huéspedes.
Como Aquiles ante el valeroso Héctor me bato
con el tedio de la cartilla caligráfica. Mañana
debo rendir cuentas bajo la amenaza de la
inmisericorde palmeta.
Al fin y a la postre Héctor muerde el polvo.
El canto de sirena que supone Marta y sus
moscardones se encarna en el héroe troyano
de débil talón. La letra que introduce la
sangre se encharca ante las ilíacas murallas.

Me retiro a mis aposentos...