Sierdi

Peligro en la Vida Espiritual del Creyente

Le conocí fervoroso, sereno inmune;

Impávido a cualquier pecado imaginable.

Su constancia, su fervor, lo hacían brillar.

 

Su testimonio era inquebrantable.

Con cualidades envidiables;

Que cualquiera quisiera tener.

 

Desbordaba con sus cánticos

Fervientes de alegría y exultación.

Ayudaba al huérfano y al desvalido,

Con su compasión.

 

Testificaba la grandeza de Dios; dia a dia.

Sintió abrazar el cielo, para siempre cada dia.

Ser salvo y ser el dueño de su mansión celestial.

 

Sin cesar aplaudía y alababa con júbilo

Pero; resbaló, y cayó... hundiéndose en su pecado.

Sus diáfanas vestiduras fueron manchadas.

 

Dios en su amor de Padre;

Agostó su fementida felicidad.

Lo corrigió cabalmente, permitiéndole vivir...

El horror de su ausencia.

 

Su errado corazón arrepentido,

Fue lavado con tibias lágrimas,

Se ha escuchado; que se disipó su pecado,

Jamás volvió a practicarlo.

Y sigue firme valiente alabando a Dios.