Hector Augusto Cuestas Venegas

El alma

El alma

 

 

Luce su piel ya seca y arrugada.

¡Los años pasan y han dejado huella!

como en el terso pétalo, la mella,

que sufriere la rosa delicada.

 

¿Qué ha sido de su dicha proyectada,

qué será de su sonrisa de estrella,

esa que tanto júbilo destella,

como en noche de luna iluminada?

 

Aunque el cuerpo es frágil, se deteriora,

el alma ha de lucir siempre radiante,

con el mismo vigor de los amantes,

 

con la misma pureza de la aurora,

¡pues nada más admirable, ayer y ahora,

que el eterno resplandor de un diamante!