Laura Ontiveros Plaza

Inerte

Tonos grises vaporosos

que disipan el ocaso,

y tocan una sinfonía de lo que siento

al compás de un lamento. 

 

Un hueco en mi cabeza,

me obliga a saborear el viento.

Un agujero en el corazón,

me hace beberme el cielo.

Una cama olvidada 

se va por la ventana,

en busca de lluvia con relámpagos.

 

La garganta enmudecida,

y mis ojos hablan por ella,

brillosos en la noche

iluminando las paredes,

cerrados en el día,

dibujando nuevas vidas. 

 

El día y la noche se amontonan,

no significan nada,

más que las manecillas 

de un reloj adormecido.

A veces no sale el sol,

y otras veces no quiere irse la luna.

Todo pasa y todo pasará,

aunque tarde veinte años,

el brillo de esos ojos,

nunca caducará.