Laura Ontiveros Plaza

Víspera de un caos

Invitamos a las seis de la tarde,

y abrazadas llegaron ella y la noche.

Nos acompañarían con cerveza oscura,

y decenas de mezcales. 

 

Se burlaba de mi la angustia,

apostábamos lágrimas por volver a verte,

yo perdí.

Me reprendía la razón,

me repetía la misma oración,

perforándome cada oído,

desenterrando mi desilusión.

 

Atravesaste la puerta,

pintada de carmín antiguo,

mis ojos rozaron tu cuerpo,

tu chamarra de cuero,

y tus mechones negros.

Dilataron mis pupilas,

entonces todo se esfumó,

como un colibrí asustado,

tan veloces como llegaron,

el olvido,

la amargura,

y el dolor.

 

El tiempo sin vernos nos abrazó,

te odié por dos segundos,

me distraje,

y en ese instante

te vi arrojar tu sonrisa a mi vaso,

como una droga que guardaste para después.

 

Me embriagaste esa noche,

del recuerdo y el anhelo,

me volviste a tener,

te desnudaste,

y te arroparon las confesiones,

me desnudé,

y me vestí de complicidad.

Nos volvimos a tener.

 

Fumamos ilusiones,

te metiste muy dentro para habitarme,

me erizaste cada pensamiento,

dejaste un beso,

dejaste humedad,

dejaste huella,

y titubeo.

 

Llegó la madrugada,

con máscara de realidad,

me amenazó

con apresarme dentro de ti para siempre,

sin tenerte.

No resistí el castigo,

me fui sin hacer ruido,

y desde esa noche ya no te vi,

aunque nunca te vayas de aquí.