Alberto Escobar

Trastero

 

Si una puerta se cierra otra
tiene que abrirse.
El equilibrio es la matemática
que rige la Naturaleza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La puerta se ha cerrado.

Me quedé a oscuras, pero eso no importa,
tengo el interruptor aquí al lado.
Enciendo la luz, sigo encerrado, alguien me
encerró por fuera, la llave se quedó prendida
de la cerradura, como siempre que bajo al
trastero del garaje a hacer unas pesas después
de correr.
Quienquiera que sea que me haya encerrado se 
ha debido llevar la llave, porque le dio vueltas
hasta el final, noté su correr rasgándome la piel...
Debe de ser alguien que me conoce, que conoce
mis pequeños hábitos, como este de correr, me ha
esperado en una esquina cualquiera del garaje, a
miles de kilómetros de distancia de mis sospechas,
de los pensamientos que se cruzaran en el momento
de entrar por la puerta del pasillo que da al trastero,
que siempre, por cierto, dejo abierta.

Quince minutos llevo golpeando la puerta y gritando
como si me hubieran enterrado vivo. Apenas suele
venir nadie a los trasteros contigüos. Estoy rodeado de
bicicletas y de trastos tristes que esperan el azar que
los lleve arriba, de nuevo, ser útiles, ser queridos...
El pasillo, que está al otro lado de esta angustia, está
abandonado, oscuro, nadie baja, casi todos duermen.
¿Cuánto tiempo permaneceré aquí dentro, solo, con el
sudor de la carrera, con esta sustancia salada que me
quema la entraña?
Es invierno, el frío me irá consumiendo hasta reducirme
a crisálida que hiberne, tengo hambre, no he desayunado,
siempre corro en ayunas.

Es domingo.

Dos horas ya...