Jair Sierra

¡Dios ha muerto!

Érase una vez el amor.

 No tengo idea de donde se pasea,

si está conmigo o solo es rumor del que lo desea.

Delante de mis ojos que cuan ardiente chimenea

desaparece todo sin respirar si quiera.

Sin aun verlo estaba ahí

Y mi mente con sus intereses empezaba a abrir,

al mundo empecé a descubrir.

.

..

¿Dónde andas en este mundo de vil y mil caminos?

¿A caso no me veis que aun andaba como ramero empedernido

detrás de tan ágil vecino

que, viviendo al lado

las noches en la cama mía dormía?

Él a mí no me veía.

La ceguera que a mí no invadía,

a él se lo carcomía y me dejaba sin fila

en donde unir quería, hacía.

..

.

Fiel,

a la muerte suele ser.

Conmigo…

¡No!

Ese que parece ser su Dios

que con solo su voz

vuelve a no tener más consolación

que la de la misma desilusión

en que los embarcó.

El Dios de aquellos que no me ve

se ha muerto,

no solo para mi

si no al que con mis escritos

logre enamorar.

Érase ese amor pero que tuve que matar.