José Moscoso Vega

La mordedura de serpiente.

Relato.

 

Había caído de pronto la oscuridad, entraba la noche, y mi hermana, mi sobrino y yo, caminábamos rumbo a la casa por la vereda al rededor de la quebrada Negra, de pronto mi hermana dijo; algo me mordió.

Estaba oscureciendo y solo pudimos ver una serpiente, que rápido se perdió entre las rocas y la maleza, había gotas de sangre en su pierna, apuramos el paso, faltaba más de un kilometro por caminar al borde de aquel cerro, ella se empezó a sentir mal, la alzamos entre los dos, hasta llegar a casa, mi padre nos recibió, miro la lesión y confirmo que era una mordedura de serpiente.

Era el año 1972, vivíamos a una hora de la carretera interamericana, a siete kilómetros del hospital de Ciudad Nelly, el transporte era escaso, mi padre sabía que tenía que hacer algo, o mi hermana moriría.

Echó leña al fuego, puso en el fogón un negro sartén manchado de tizne, vertió manteca de cerdo, agregó varios ajos machucados y dejó que la manteca rechinara al hervir.

La noche era joven, el silencio era casi total, solo se escuchaban los sonidos naturales que la montaña suele producir, de aves y otros animales nocturnos.

Mi sobrino y yo sosteníamos la pierna lesionada, mi padre vació sobre los pequeños agujeros dejados por la serpiente, un poco de aquella manteca hirviendo, se escuchó un grito de dolor, el cual retumbó por toda la montaña, que se esparcía a todos lados de aquel rancho.

Mi corazón se estremeció, al palpar el sufrimiento de mi hermana Carmen, hubo lágrimas, pues su dolor lo sentía en el alma.

En dos ocasiones más, Papá dejó caer aquel liquido hirviendo sobre los puntos de aquella mordedura de serpiente, levantando ampollas negras sobre la piel, nuevamente el dolor y   aquel grito, que hacía eco en los cerros que encerraban mi humilde casa.

Ahí al lado de su cama se quedó mi padre, atento a su estado de salud, mermaron los quejidos de dolor, hasta que ella logró conciliar el sueño, de nuevo volvió la calma y se dejó escuchar el agudo sonido del grillo, el cantar de las ranas y el tenebroso sonido del búho.

La noche se hizo larga, los gallos con sus repetidos cantos anunciaban el nuevo día, con los primeros rayos del sol, cortamos unas cuantas varillas, con tela y mecates creamos una camilla, y en ella, con la ayuda de un vecino, logramos sacar a mi hermana hasta la carretera, donde fue transportada al hospital.

Fueron varios días que estuvo internada, y en algunas ocasiones le visitábamos al hospital, pero al fin; Ella salió de aquel centro hospitalario, y después de cuidados y reposo se recuperó completamente.

Fueron momentos de mucha alegría, al ver que no había sido en vano, el esfuerzo realizado para evitar que aquel accidente, terminara con la vida de mi hermana.

J.Moscoso.