alupego (Ángel L. Pérez)

EL VIENTO SE LO LLEVÓ

 

El viento se lo llevó,
creyendo que era una pluma.
Pero era el pensamiento,
que errante surcaba el aire,
en busca de la fortuna.

La fortuna de encontrar,
otro pensamiento hermano,
y juntos poder hallar,
a otros que les den la mano.

Voces que a otras voces llaman,
para unirlas con su grito.
Grito que atraviesa el alma,
como a la cera un cuchillo.
Cuchillo que va amputando,
a los dormidos sentidos.
Sentidos que se transforman,
en estrafalarios ritos.

La ofensa se fue acercando,
de puntillas como un niño.
Llena llegó de desprecio,
inundando el objetivo.
Y arrebatando el respeto,
en su interior hizo un nicho,
grabando a fuego su precio.

El viento se lo llevó,
creyendo que era la bruma.
Pero eran las ternuras,
que salían de los pechos.
De los pechos distraídos,
de tanto mirar su ego.
Engañados por el brillo,
de las doradas fortunas.

Así fraguan los complejos,
que revientan las costuras,
que cosen el sentimiento.
Complejo vive el recuerdo,
en su farragosa cuna.
Enarbolando su látigo,
como un áspid de locura.
O atenuando la ira,
que se revuelve por dentro.

Voces que a otras voces llaman,
con lenguajes inconexos.
Apenas inteligibles,
que confunden al despierto.
Voces que abren las fronteras,
con la fuerza de su aliento.
Voces que siendo murmullos,
salen de lo más adentro.

El viento se lo llevó.
Pero la esencia quedó,
para enriquecer el tiempo.
A.L.
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29/12/2018