Denil Agüero

El árbol que musitó laudos

Fue un simple silbido que en mis ojos dibujó letras

ahora canto que los árboles tienen un lenguaje oculto

que les platican a las sombras quietas

perdidas en los filamentos del recuerdo.

 

Ese silbido oculto que implanté en las letras de la poesía

mi maldita y débil poesía entremetiéndose en las calles de lástima

buscando querellas donde la ambición de sangre triunfa

y se sientan en la mesa guarera de la taberna

para que todo el barrio conozca todo lo que yo sería.

 

Ese silbido inaudible y perfecto que de la poesía traté de borrar

avivando comentarios despreciativos de incluso mis pasos

mi joven y ya muerta poesía atravesando las paredes de mi hogar

y se profesen glosas que cenan en el aposento de los juicios alentosos.

 

Ese silbido sin sonido y tan ruidoso que de la poesía hará uso

trazando arrepentimiento en la pútrida memoria de mis noches

y canturrea junto a los árboles la sentencia de mis recuerdos:

 ¿por qué habré enterrado en este blanco sarcófago un silbido que escribí y las letras que sólo yo escuché?