Permíteme entrar, deja abierta la puerta de tu corazón, abre tus brazos, déjame pasar, que mi alma se siente inquieta y frena en el fino cristal que nos separa…
Mi corazón está por detenerse con esta tormenta fría, cruel e impotente, a lo lejos a la distancia siempre esperando a deshora, el cruel silencio de tu boca… Y te miro como niño en la vitrina de una joya, de eso que nunca podre tener aun cuando solloza.
Te miro desde muy lejos, quizas esa es la condena, que algún juez nos impuso por amar…
Abre tu corazón, que mi alma de primavera se está helando por quedarse acariciando tu otoño, por dejar en tu abrigo latiendo con nuestras almas nuestro amor de invierno…
Abre tu corazón y deja que, entre mi voz en susurro a tu oído, que tu boca caliente mis labios, que mi alma y mis manos se refugien en tu abrazo…
Y luego cierra, para quedarnos de un mismo lado, para que nadie entre a separarnos, para que el destino no nos tiente a escaparnos, otra vez…