Denil Agüero

Querer de una pluma rota

Esa vez, sosegado en mi agonía, no sollocé sobre la primera hoja

en la que, con la pluma más afligida, escribí las últimas estrofas sobre mis letras.

Le canté a mi amor de noche y madrugada, a las coplas que dibujé sin saber

en algún momento cuando lograba el sueño.

 

Demandé a los demonios vida para mis versos.

Que conocieran las calles donde nacieron.

Que tomaran del licor que me dio esperanza para escribirlos.

Que sufrieran del hambre de la noche y el vómito de la madrugada.

 

Supliqué a los dioses vida para mis versos.

Que caigan abatidos por la migraña y en su piel anide la muerte muda.

Que tocaran la liviandad de los minutos de una prostituta.

Que por la mañana saborearan la fuerza de las drogas que los mantienen con vida.

 

Rogué a las estrellas asustadizas vida para mis versos.

Que idealizaran la calidez del infierno y detractaran la frialdad de la superficie.

Que sintieran la sanguinaria repugnancia de las miradas provocadas por mi fealdad.

Que sus ojos ardieran al verla todos los días, que sepan que son para ella.

 

Reclamé a las rocas que me hacían catre vida para mis versos.

Que pierdan a su amada y lloriqueen ellos conmigo.

Que muerdan la somnolencia infinita y el insomnio desgaste su tinte.

Que escucharan el color de su sangre y sus simientes se arrepintieran.

 

Esa vez, sereno en mi tribulación, sollocé sobre la última hoja

en la que, imploré al albor indiscreto vida para mis versos.

Que vivan ellos, yo no puedo.

Que lloren ellos, estoy cansado.

Que hablen ellos, perdí mis palabras.

Que mueran ellos, y me lleven consigo.