Kristian Mariano Ibarguen

Vos, que condenás la vida mía.

Vos

de ojos cafés y labios carmesí,

cabellos crespos y piel canela,

que siempre tenés un porqué sonreír,

te has convertido en mi eterna condena.

No hago más que mirarte desde la lejanía:

tu existencia ha cautivado alma e inspiración mía,

cual flor que existiese en el Edén un día

y, por su belleza, ángeles custodiarían.

Tenerte tan cerca, pero apreciarte a escondidas,

está condenándome a un mundo de fantasía

donde imagino tu luz fundiéndose con la mía,

bailando nuestro pasillo en perfecta armonía...

Mas, no es suficiente, valiosa perla mía:

clamando se haga realidad tal utopía

mi corazón grita cuando el idilio termina...