Andrés Romo

Soñé a mi musa

 

Caminé por la alameda arrastrando mi paso,

mis piernas hinchadas me pedían descanso,

a lo lejos, un álamo me tendió sus brazos,

sin ánimo alguno me acosté en su tronco raso.

 

Arrullado por el canto de sus altas ramas,

me quedé dormido cual si fuera un tierno crío,

el viento suave y aromoso era como retama

y se unió al árbol y al viento el suspirar de un río.

 

Estando aun dormido me desperté del frío,

pero junto a esa soledad me miraba mi musa,

sus ojos me gritaban ¡no mueras de hastío!

¡Mírame amor mío! mírame, no soy intrusa.

 

Al instante a la musa de mis sueños encontré,

apoyé mi cabeza en su regazo y lloré, si, lloré,

¿Por qué sólo en sueños te puedo ver?

¿por qué eres tan pura y por qué tan inasible?

 

Ella, con voz entrecortada me dijo:

Aunque mi amor por ti es inmensidad,

sin alcanzarme tú, tu verso es prolijo,

vivo en tus sueños pero no en tu realidad.

 

Juntó sus labios a los míos,

con su aliento abrazó a mi alma,

le dio a mi espíritu nuevos bríos

y en todo mi ser volvió la calma.

 

Andrés Romo

 

 

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