Patricio Soto

Una Caricia

No era la primera vez que la idea se cruzaba en mi cabeza, la noche era perfecta, el silencio de la ciudad dormida permitía oír claramente el sonido de su respiración y si me acercaba lo suficiente hasta el latido de su corazón, la tenue luz de la habitación dibujaba entre sombras la silueta de su cuerpo tendido sobre la cama, hice a un lado mis pudores, extendí mi mano, cogí papel y lápiz y la toqué como jamás nadie lo había hecho, una atrevida caricia a su cerebro...  le escribí un poema…