Verano Brisas

TITANIC - 1912

La música sonaba con su perfil alegre

llevando un toque de tragedia en cada nota.

¡Ha llegado el momento, sálvese quien pueda!,

fue la voz del capitán cuando embarcó

los ya seleccionados en botes salvavidas.

 

Aquel insumergible de los mares,

alabado por reyes y por todos,

escoraba de proa como un viejo

cuando se agacha a recoger su pan.

 

Las olas alcanzaron la cubierta

en aquella pavorosa vorágine nocturna,

y fundidos en un enjambre humano

trepaban como simios hacia popa,

los pequeños, los humildes y los grandes.

 

Entre grúas y jarcias y escotillas

el monstruo los halló para sus fauces

de fiera acorralada por las costas.

 

Después, hasta el último rumor

del orgullo más grande de Inglaterra

cesó con los segundos angustiosos,

para luego sumergirse velozmente

bajo la negra superficie del océano.

 

Muy triste y vergonzoso para el mundo

fue que tantos pasajeros de tercera

no pudieran salvarse como aquellos

potentados de leontina

que alcanzaron felices el Carpathia.