Denil Agüero

XI

Benévolas, no son tus palabras, nadando sin corriente.

No la necesitas, agua galante, estancada pero alible.

Ayer cantabas conmigo y hoy no me conoces, saltos y saltos hacia ese vacío belitre.

 

Cuando, un gesto en tu cabello, decía más que yo mismo.

Lo notabas claramente, tierra cortesana, de buen fecundo.   

Palabras, mías, que tampoco benévolas son, conducían nuestro bienestar berrendo.

 

Perdidas, las frases de sabiduría, arrojadas a la intemperie.

Lo haces de sangre, naturaleza encendida, bastante coluvie.

Te saben los colores y los sonidos, los disfrutas cual alivio único a lo que escapas, congerie.

 

Lo bueno, siempre estuviste allí, frente a mi congosto.

No perdías disimulo de dolor, cuando lluvia en tu cosijo.

Todas las madrugadas con una flor en tus manos, cada vez más el jardín pálido de nuestra amistad perdía su fruto.

 

Esta, mi forma de adiós.

Y el tuyo, trémula en los nunca dichos.