Alberto Escobar

Aquiles

 

No deseo lo eterno, solo el instante.

 

 

 

 

 

 

 

No.
Esa paloma mensajera de nombre
Inmortalidad te negó al alba.
Cuatro nínfeos dedos de azul salvia
lacraron tu eterno apolíneo de
ligeros pies.

Tu gloriosa Tetis mal midió la iniciática
zambullida. El Estigia quedóse mudo.
Hector, el digno sucesor, hinchóse de
fatal desenlace.

Zeus lanza su égida a la postre, sin acierto.
Aquiles, sediento de venganza, frente a un
rey de rocosa muralla ilíaca al fondo.

Patroclo sonríe desde el salón de los caídos.

Príamo llora el Helesponto.
A lomos de Mercurio suplica el cuerpo que
el supremo mirmidón rinde contra rescate.

Príamo descansa su muerte. El vino corre
dichoso hasta elevarse cual Lucifer pródigo.

 

Para mayor ritmo arrojo otra versión:

 

 

Aquiles sabe de su caída.
Aquiles sabe de su talón.
Aquiles sabe de su bautizo, rayando
el Hades sin la sospecha de Caronte.
Aquiles sabe de Tetis, su útero marino
que en aguas buscó la eternidad.
Aquiles sabe de su cadáver apolíneo.
Aquiles sabe de su vencer, de su vengar
cumplido, de su inmortal mortalidad.

Patroclo sonríe desde el Olimpo.
Sabe Aquiles que el instante es eterno.

Solo el instante.

La ilíada termina. La Odisea espera.