Cuando entran los días en contracción,
haciendo caer al sol de la cumbre,
el suelo ejerce en la frondosa herrumbre
su irresistible poder de atracción.
El año cierra despacio el telón
para no enquistarse en la costumbre,
y el poeta, pleno de incertidumbre,
se sume en la guarida del dragón
para no observar con melancolía
como el mirlo nacido en primavera,
al verse con su hogar desmantelado,
posa en una rama desnuda y fría
mientras no consigue hallar la manera
de pernoctar en un perenne estado.