alupego (Ángel L. Pérez)

OMNIPRESENTE BELLEZA

 

Elevó el tallo la flor,
para que todos la vieran.
Y aprovecharse del Sol,
que se abrazaba con ella.
Y al desplegar su belleza,
con tal generosidad.
Los ojos fueron testigos,
de su errático color,
de su sincera grandeza.

La vida se torna gris,
cuando no surge la idea.
Errante vaga sin rumbo,
sin encontrar quien la entienda.
Algunas sabias y viejas.
Otras simplemente nuevas.
Pero el origen es el mismo.
Porque nace de la duda,
que vacila y que se altera.
De la vieja inteligencia,
que cada día se renueva.

La belleza sigue ahí,
entre los surcos inquieta.
Con los ojos muy abiertos,
queriendo ser descubierta.
Se despliega sin ambages,
a veces entre la niebla.
Siempre ajena a la ceguera,
y al desprecio de los otros,
Su olor penetra sin mácula,
ignorante del hedor.
Presente a pesar de todo.

Serpentea la nostalgia,
de antiguas sabias creencias.
Y haciendo un brindis al sol,
en la mente se recrea.
Inundando de color,
la gris y mate materia.
Sorprende como el rencor,
se apropia de la belleza,
convirtiéndola en dolor.
Y entre nubes de sopor,
quiere hacerla prisionera.

La belleza desafiante.
Aunque algunos la desprecian.
Emerge como una diosa,
hasta entre las mismas piedras.
A.L.
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