Jordan Sanchez

¿Qué culpa tienes?

No tienes la culpa de que las habitaciones se adornen del más penetrante silencio, ese que adormece el cuerpo como un hechizo accidental, como un destino en calidad de deseo que va en la mano de un malabarista. No hay culpa alguna. ¿En qué parte del día nos levantamos como espíritus que reciben el silencio como su alimento ideal?
La piel se desmorona por las noches entre las sabanas, se hace una tierra en sequía, una ausencia absurda, un arrebato del irracional, se cae a pedazos como un asteroide, y se estrella contra el suelo, que parece un abismo entre los dedos del pie, un sacrificio del cielo relinchante, el caer del organismo que se hace pasar por mi nombre, con mis gestos y mi rostro medio marchito, distante, como un espejo ausente en la tiniebla de la suerte atropellada.

Cuando te mire la primera vez, era difícil imaginar que tu mirada me arrancaría hacía tú mundo,
¿Cómo respirar cuando tus ojos agitan los míos hasta la locura? Tan solo un instante y el cerebro se condujo hacía ese estado utópico milagroso contradictorio y benevolente, estaba “enamorado”,
de ti,  y en días tu sonrisa se convertía en la mejor receta para que yo tuviera una risa de concurso, o una mirada que parece cegar a uno por la noche como una lluvia de estrellas en el espacio más oscuro, una metáfora indecible, un semáforo en verde que dejaba pasarte sin siquiera entenderlo.
Un enamorado, descifrable, entre tus brazos lejanos, sobre un riel de vías en construcción ¿Cómo mirarte sin tratar de pertenecer a tu mesa? ¿Cómo escucharte evitando navegar en tu voz como una ola callada? El amor, a veces nos enciende, y la razón es lo que se quema primero, y siempre siempre el sueño se muere al último, el deseo, la ilusión, el futuro, la ficción empedernida como un pegamento sobre las anginas, sobre los ojos las aceras  los adjetivos y el cansancio que nunca se siente hasta que la muerte te empuja un poquito y te descubres “solo” (porque nunca se está solo en realidad), entonces los ojos se alistan como un ejército,  se despiertan, se reconocen y se envuelven en un funeral de nadie, porque en el amor no existe la muerte y todo se transforma.
En mi amor, no existe la muerte.

Amaste, ame, amaremos, a otros otras, desconocidos  y conocidos, rostros borrosos como un espejismo, pero ahora mismo, la verdad es que te busco, estoy tratando de acercarme quirúrgicamente por tu pensamiento, casi por tus deseos, encontrando cada momento en que tu presencia gire hacía mi… y pueda decirte: “es un bonito día para quererte como te puedo querer si me quieres”, o mirar el cielo, predecir el clima, decirme: hoy  pronostico una tormenta enorme sobre mi frente, lloverás por la tarde, seguro granizas por la noche,  nevará cuando cruces la puerta y tu silueta se haga larga larga, e intangible, como un mito.

Soy precavido, cuando no te hablo, te hablo, cuando no te miro, te miro, cuando callo, realmente grito, cuando piensas que es de noche, amanezco. Porque es difícil esto de promover el momento “exacto”, porque no existe tal cosa, es un azar descompuesto, una ruleta haciendo una autopsia del espíritu, un dardo jugándose a caer en todas partes y en ningún sitio. Quiero imaginar que a veces las cosas más hermosas (como tú misma) se envuelven en historias, cuasi odiseas que se desarrollan de maneras cinematográficas, dignas de ser contadas soñadas e inimaginables a veces.
Eso pienso y en realidad supongo que es así, no sé qué venga en unas horas o en los próximos días,  pero mi paciencia (aunque a veces sufra de terremotos y se inunde de incertidumbre) transita con un pequeño reloj, donde el tiempo a veces se detiene y parece congelarse, otras tantas sangra, y algunas se escurre hacía la alcantarilla del desahucio, pero es paciencia pura e implacable, que sería de mi sin ella…

Por eso digo que no es tu culpa el amor que se fabrica en torno a ti, no eres responsable de mi cambio climático, de la mirada infinita que te guardo de diario, o del esqueleto estremecido como parkinson de tiritar rítmico, quizá sea culpa mía, un poco, al menos tengo la culpa de pensarte tanto, mi consciencia está preñada con tu imagen:
Nacerás, pronto nacerás.


Si se hace tarde, me apresuraré, si es temprano, esperaré. Si es tarde ya, me olvidaré y la culpa será toda mía.