Alejandra Hinestroza

CONDENADA

Atada a prejuicios

encadenada a la miseria

de estar sin ser,

mirando fijamente

al filo que me atraviesa

por aquella ventana ilesa.

 

Mis pies andan buscando la verdad

tropezando cada día

con la incertidumbre de tu piel,

siendo cada madrugada cómplice

de tu más pura demencia.

 

Hay una luz extenuante

que pide a gritos ciudad,

ciudad de olas torrenciales

de almas desangrándose

por un poco de piedad.

 

Arena inmóvil, faros estáticos

melancolías artificiales

que rodean la oscuridad

apuntando con sus navajas

la magnífica libertad.

 

Sonidos de tiempos,

relojes perdidos,

tiempos incompletos,

vidas insaciables.

 

Sueños, sueño y no paro de soñar

con el suspirar tranquilidad

en medio de tanto caos.

 

Inhalando ausencias

fumando recuerdos

respirando heridas

saboreando el dolor

disfrutando de tu pasión.

 

Las ponencias senténciales de tu muerte

deambulan por tu mente

dando pasos de azar

anunciando su llegar

sobre las agujas del tiempo

que marcan su caducar.

 

Ni en el cielo, ni en la tierra

te escucharán,

es en lo más allá donde

se alza tu cantar.

 

Cantar sobre miedos liberados

preguntar respuestas a los

prejuicios mercenarios

condenar la esencia perdida en los lirios.

Te quedas ahí, sigues ahí

deshabitada de ti

extraviada entre colores

buscando tus matices

persuadiendo crudamente

tus cicatrices.

 

Sigues aquí,

inquieta, estática,

taciturna, apabullada,

trémula, aterrada

caminante de esmeralda.

 

Sigues allí,

atada a prejuicios

condenada a cadenas

en tus cielos infernales

con el fin de quedarte,

atada a la cadena mortal

de ser sin estar.