Iker Gofra

Maldita perdiz

 

Cuando el amor acaba,

cuando te da la espalda,

los teléfonos quedan huérfanos

y toman vida antiguos fantasmas.

La argolla del llavero muda de llave

vuelta al desayuno en camas separadas.

Eres un despojo vestido de carne

-el olor de tus codos apesta a barra-

que intenta desterrar el vocabulario diminutivo.

Irradiába una inagotable cantera de felicidad...

¡Maldita perdiz!

que se comió los dos puntos suspensivos.