Cuando el amor acaba,
cuando te da la espalda,
los teléfonos quedan huérfanos
y toman vida antiguos fantasmas.
La argolla del llavero muda de llave
vuelta al desayuno en camas separadas.
Eres un despojo vestido de carne
-el olor de tus codos apesta a barra-
que intenta desterrar el vocabulario diminutivo.
Irradiába una inagotable cantera de felicidad...
¡Maldita perdiz!
que se comió los dos puntos suspensivos.