Danny McGee

SLUTLIG.


SLUTLIG.

Se sentía solo, tan idéntico a una lágrima que incluso se sabía que iba pronto a despedirse. Se sentía triste, con un vaso de Jack Daniel’s iba siempre a verse en versos, entre letras, entre sueños que afilados sacudían sus más hondas rebeliones. Su mirada, sus visiones, eran presa muy selecta del silencio de la noche, de sus ganas de ir al sueño que mordía en soledad.
Era tan particular. Era un tipo de esos vagos que lamentan ver la lluvia por saber que otros la sufren, tanto perro, tantos hombres, un millar de tantos seres que entre lágrimas se esconden.
Se le vio la última noche con un Jack entre las manos, entrando y sólo entrando en la fría habitación, en la triste y barnizada cabañita construida por él mismo y para ella, para aquella que unas noches se durmiera y sin su aroma... Era un tipo, otra persona, un humano destruido por el paso de los años, un rebelde tan lejano que ni en cumbres su leyenda ha de ser justificada como el hombre quiso un día.
Era en todo poesía. Era en todo su lirismo una imagen destrozada, algo impura, mal usada, pero siempre descubierta, sin harapos, sin caretas, simplemente un alma alada con la voz de la mañana.
Se le fue a la tierra amada, a la flor de Escandinavia y al aroma que era en ella el reflejo de su piel. Se fue por el ayer, se fue porque en el canto nunca el llanto te abre el sol, o el camino a lo soleado de dos seres en un beso. Se perdió con el regreso, con el paso alto y ceñido de quien va por la cornisa, por la vida a toda prisa dando a todo alguna letra. Era un tipo, otro poeta, otro ser que en la belleza ve los ojos de su amor.
¿Y tan solo se sintió, tan idéntico a una lágrima que incluso se sabía que iba pronto a despedirse? Era así. Estaba triste. Y si triste vive el alma es posible que una noche se desprenda y siga libre.
Hoy la tierra sigue firme… y hay un alma emborrachada que vomita en el umbral, la de un ser particular que dejó sangre en la vida, un montón de poesía y un camino hacia la noche, que sin lágrimas responde a quien es su amor eterno, la belleza con su nombre y su lira por el tiempo.

A Claudia Jara.