Osvalda Ventura-Diaz

Amores

    Resplandeciente se desliza mi piel lentamente sobre tu ventana, solo el gris del arcoíris sede mi alma. El corazón tiembla y mi cielo canta villancicos de colores. Tan pura como el grito prematuro de un amante y mil amores, mil olas y una puesta de sol se embriagan entre siluetas. Restan palabras, sobran amores y el cielo se esconde entre matorrales, la lluvia cae lentamente sobre cada esquina de tu cuerpo y el ego se estremece entre quejidos. Amores se encarnan en tu cuerpo y un arcoíris azul le susurra al tiempo. Llorando entre un simple suspiro, el suspiro eterno de mil amores, amores tan sutiles como el tiempo que se embriaga en el crepúsculo de la noche.

    Que tortura, que amarga mi carga, que oscuro mi pesar, que lentos mis latidos. El flujo de mi sangre se desvía, el oxigeno se agota. Tiemblo, mas mi cuerpo es un sol ausente, el frio que desgarra el son de mis caderas se envejece. Ella empaca, yo le abro las puertas, ella decide por ultima vez cerrar sus piernas. El frio se hace cada vez mas ausente y el dolor mas abstracto y menos intenso. Vuelvo y abro las puertas, ella esta vez se desgarra por quinta vez las pantaletas, el tiempo se desvanece y el reloj marca las tres. Vuelvo y abro las puertas y esta vez las maletas llegan a su destino. El baúl esta completo, mas el aroma a jazmín y yerbabuena se revolotean como adolescentes entre mis piernas.

Amores tan putos, intelectuales y corruptos.

Amores vacíos, amargos e ineptos.

Amores que se pierden, se desvanecen y por cuestiones de la lógica se olvidan en el tiempo, mas no con el tiempo. Se pierden en el pasado, mas como fantasmas recorren los confines de tu cuerpo.

Al compa enfermo del reloj y sus tiempos, estos amores se enloquecen, trastornan y embriagan, ¡son eternos! Son feroces, son el canto del aura y el llanto del crespúsculo; un recuerdo.